Con el comienzo del nuevo ciclo legislativo, la Asamblea Nacional de Panamá procedió a establecer su nueva junta directiva y a la intervención del mandatario del país ante el pleno, iniciando una fase de gobierno que, desde sus primeras iniciativas, se orienta hacia un enfoque de diálogo político y la puesta en marcha de reformas importantes.
Dana Castañeda fue electa como presidenta de la Asamblea Nacional, respaldada por una coalición entre partidos tradicionales y representantes independientes. A ella se sumaron Walkiria Chandler como primera vicepresidenta y Ricardo Valencia como segundo vicepresidente. La diversidad de fuerzas representadas en esta nueva directiva refleja una Asamblea fragmentada, sin mayorías absolutas, lo que exige una dinámica de consensos para la aprobación de leyes y reformas.
Durante su intervención ante el cuerpo legislativo, el presidente instó a todos los grupos políticos a superar las rivalidades y a colaborar por el bienestar del país. Destacó la importancia creciente del grupo de diputados independientes, que ahora cuentan con 20 escaños, y lo consideró un mensaje evidente de la población respaldando nuevas prácticas en el manejo gubernamental.
Uno de los temas principales de su discurso fue la condición de la Caja de Seguro Social (CSS). El presidente indicó que el gobierno promoverá una reforma sustancial del sistema, fundamentada en análisis técnicos y conversaciones con todos los sectores. Afirmó que no se impondrán decisiones, aunque recalcó la necesidad de actuar con prontitud, y garantizó claridad en la divulgación de los informes financieros de la entidad.
Otro tema prioritario fue la migración irregular a través del Tapón del Darién. El presidente dejó claro que la frontera sur del país no será tratada como un simple paso de tránsito, sino como una línea de soberanía nacional. Anunció medidas concretas para el control del flujo migratorio, incluyendo un sistema de repatriación, que se ejecutará con apego a los derechos humanos.
Sobre el tema del sistema financiero, el líder reafirmó su crítica a las listas discriminatorias en las que Panamá ha sido colocada por entidades internacionales. En respuesta, se informó la formación de una Comisión Nacional para la Protección del Sistema Financiero, que colaborará tanto con el sector público como el privado para salvaguardar la reputación del país y defender su marco jurídico a nivel internacional.
El discurso presidencial incluyó una mención sobre el estado económico. Se indicó que la deuda nacional ha crecido de forma significativa en el último lustro, por lo que se implementará una política de austeridad. Se planea reorganizar el gasto, eliminar privilegios superfluos y redirigir el presupuesto hacia la inversión en infraestructura, creación de empleos y servicios sociales.
En cuanto a la gestión gubernamental, el líder sugirió robustecer la institucionalidad del Estado y terminar con la politización de las entidades. Informó sobre auditorías en varias entidades públicas, con la meta de asegurar eficiencia y transparencia. Además, prometió instaurar un nuevo modelo de gobierno, fundamentado en el respeto al marco legal y la ética administrativa.
Finalmente, organizó una reunión pública con los sectores empresariales, sociales y gremiales más relevantes del país, comenzando el 1 de julio en el Palacio de las Garzas. El propósito, señaló, es establecer un amplio consenso nacional que facilite abordar de manera coordinada los principales retos del país: la seguridad social, el desempleo, el crecimiento económico, la migración y la crisis de agua que influye en el Canal de Panamá.
Comienza una nueva etapa política, en la cual la Asamblea Nacional y el Ejecutivo deben alinearse en metas compartidas y atender un entorno nacional que demanda soluciones rápidas, un diálogo inclusivo y dedicación a las reformas que la ciudadanía solicita.